Una entrada audaz en un espacio saturado de festivales con múltiples recintos en Bristol, Down Stokes pretende dejar una marca única, creando una experiencia para los amantes del rock psicodélico. Ya en su tercer año, es fácil percibir cómo el evento —organizado por los promotores locales Velvet Echoes y Extra Terrestrial— ha crecido. Al bajar Stokes Croft hacia Attic Bar, el local se abre en un espacio que acoge de inmediato, iluminado con luces de neón mientras Pocket Sun suben al escenario. El jueves actúa como una previa de tres actos del festival propiamente dicho durante el fin de semana. El segundo en actuar es Magic Shoppe. Procedentes de Boston, MA, el estilo shoegaze de la banda mezcla guitarras aplastantes con un toque de psicodelia, mientras que sus líneas de bajo contundentes hacen mover a la multitud desde el principio. Es fácil quedarse impresionado por los puentes flotantes con texturas distintivas; una distorsión trabajada crea olas presagiantes de energía que arremeten sobre los asistentes.
A continuación, Mild Orange son una explosión de indie alegremente catártica. El quinteto neozelandés entreteje una suave sensación de esperanza en sus canciones, durante el primer concierto de lo que el cantante principal Josh Mehrtens describe como una “gigantesca gira de 25 fechas”. El grupo rezuma una amabilidad gentil que se solidifica cuando él presenta una canción nueva que debuta en directo, escrita sobre el amor de su esposa por los caballos. Incluso se atreven con una versión de ‘What is Love’ de Haddaway, y cuando la sala se vacía al final de la noche, casi puedes ver el pequeño trozo de alegría que cada persona se lleva a casa.
Llegado el sábado, con el festival en pleno apogeo, Bristol está mimada por la abundancia de opciones. En el recientemente renovado The Croft, la potencia sueca Maidavale ha subido al escenario. Habiendo estado por última vez en Bristol como teloneros de GOAT, un septeto experimental, esta noche llenan esta sala con tanta energía como lo hicieron en la O2 Academy. Su heavy psych rock combina a la perfección suavidad y riffs pesados, con un toque de vocoder y sintetizador. Desde arriba, el sonido de Guzzlers ruge abajo, riffs que trepan por las escaleras del Cafe Kino. Algunas bandas necesitan unas cuantas canciones para atraerte, pero estos lo consiguen al instante.
La reputación de Heavy Lungs les precede. Controlan la sala con tanta facilidad que la multitud observa ansiosa cada movimiento del vocalista Danny Nedelko. Está claro por qué son tan queridos; su tipo de post-punk es eléctrico. Siguiendo los pasos de sus cercanos amigos IDLES, la banda no se disculpa por su intensidad pero aún así rezuma carisma. Su interpretación resulta casi humorística; su falta de pretensión transmite su mensaje de forma muy efectiva.
Con cada vez más secciones de metales surgiendo en el punk, esta noche Opus Kink hacen un gran trabajo mostrando por qué esto es precisamente lo que deben hacer, ya que su fusión sin esfuerzo resulta fresca. El sexteto de Brighton desata una frenesí, con el Attic Bar en su momento de mayor afluencia hasta la fecha. Con una entrega vocal contundente, la banda ofrece una actuación que parece única, pidiendo iluminación roja mientras entran en un tema impulsado por el bajo en el que las guitarras imitan sirenas, pintando imágenes no con palabras sino con sonido.
A pesar de la lluvia en la noche del domingo, la multitud acude en masa a la última noche de Down Stokes, que comienza en la hermosa Trinity Church. El dúo creativo galés The Bug Club —acompañado por Tom Rees en la batería— es el tipo de banda ante la que es imposible no bailar. Abriendo su set con algunos temas nuevos, el público cobra vida cuando pasan a algunos de los favoritos de los fans; sus voces a dúo y sus arreglos minimalistas funcionan para crear un sonido completo y vibrante. Aunque sencillos, las líneas de bajo potentes y los riffs pop-rock son la base perfecta para su lirismo juguetón, y la banda tiene una naturaleza tan desenfadada, una energía divertida que resulta embriagadora.
Los torontonianos Wine Lips cierran el fin de semana. Apoyados en una entrega punk, su psych garage es una bofetada inmediata, mientras que su atuendo plantea la pregunta de si esperaban algo mejor del clima británico, ya que cada uno sube al escenario con unas gafas de sol únicas. Los mástiles de las guitarras se balancean mientras los riffs resuenan por la antigua iglesia; es impactante lo increíblemente compactos que son. Un evento perfecto para explorar la música psicodélica y encontrar nuevas bandas para obsesionarse.
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Ahora, ya consolidado en su tercer año, es fácil percibir cómo el evento de Bristol se ha convertido en un espacio cuidadosamente diseñado para los amantes de la música.