Solo en cuanto a calidad, es un enorme paso adelante respecto a sus primeros días, flanqueada como está por una banda completa (integrada por algunos miembros del grupo telonero de esta noche, Nine) y respaldada por una puesta en escena lumínica que forma parte de la actuación tanto como la propia Ethel. Una cruz ladeada sirve como pieza central del escenario, a la que Ethel está fijada durante gran parte de la actuación (salvo por un estallido enérgico hacia el frente del escenario para un bis triunfal y de alta tensión de ‘A House In Nebraska’, el sencillo temprano ‘Crush’ y el éxito que la lanzó, ‘American Teenager’). Fuera de eso, una penumbra sombría domina el espectáculo, transformando el recinto en una iglesia propia, un escenario cuidadosamente elaborado para una lista de canciones compuesta predominantemente por temas de ambos álbumes completos de este año. El escenario se encuentra con el silencio embelesado del público, mientras emprendemos un viaje macabro en su mayor parte ininterrumpido por el mundo de Ethel. Sus momentos más conmovedores se reservan para los cortes de ‘Perverts’ —‘Vacillator’ y ‘Onanist’— junto a la favorita del público ‘Dust Bowl’, que llega acompañada de estrobos densos y platillos estruendosos tan poderosos como de otro mundo. Los momentos más suaves, especialmente el destacado del nuevo álbum ‘Waco, Texas’, inundan el espacio de una melancolía palpable, mientras que la cargada de sintetizadores ‘Fuck Me Eyes’ ofrece un respiro comparativamente más animado frente a la pesada claustrofobia, en consonancia con la atmósfera abarcadora de la noche. Esto sigue siendo el mundo de Ethel, pero es la voz de Hayden la que ahora suena con más fuerza, deslizándose sin esfuerzo por la inquietante ‘Nettles’ o por la asombrosamente extensa épica de diez minutos ‘Tempest’. Una enorme mejora respecto a su anterior gira por el Reino Unido; esta noche consagra aún más a Ethel Cain como la diosa de la grandeza gótica.
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