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      Los shoegazers irlandeses regresan con un tono cinematográfico...

      21 · 10 · 2025

      En el vídeo musical de Just Mustard para ‘POLLYANNA’, Katie Ball mira fijamente una serie de cámaras de seguridad, desafiando al espectador con una mirada hacia arriba. Se queda como un fantasma en lugares modestos —un casino, un bar cutre, un parque infantil, una barbería y calles y escaleras abandonadas— y no todo es lo que parece. Ball gira de forma errática en un momento y se mueve en cámara lenta al siguiente. De repente, una figura desconocida y deslavada, que brilla en blanco, se cierne sobre su hombro. El estilo ‘found footage’ (dirigido y montado por la propia Ball) ocupa un espacio liminal, encantador y inquietante a la vez.

      Lo visual marca un tono apropiado para el tercer álbum de la banda irlandesa, ‘WE WERE JUST HERE’. Cinemático en alcance, la colección es exuberante, con guitarras texturizadas y ritmos en cascada que se arremolinan hacia territorio desconocido. Bien acostumbrados a la melancolía del shoegaze, en ‘WE WERE JUST HERE’ Just Mustard eligen la alegría, incluso en su forma más desconcertante. Las voces hechizantes de Ball permanecen al frente, manejando una suavidad poderosa que, incluso cuando apenas supera un susurro, amenaza con convertirse en un grito fantasmal.

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      Un paisaje sonoro hipnótico nos atrapa en ‘ENDLESS DEATHLESS’, mientras las voces de Ball flotan dentro y fuera de la consciencia. ‘SILVER’ es una cápsula de energía que estalla desde el baterista Shane Maguire, superpuesta con ritmos sintetizados y voces que se entrelazan para imitar una persecución a alta velocidad, antes de desvanecerse en un eco. La canción que da título al álbum es un torbellino de sintetizadores, mientras la distorsión de las guitarras de David Noonan y Mete Kalyoncuoğlu groovea con la firmeza de la batería de Maguire y el bajo de Robert Hodgers Clarke. Ball decide: “Todo sucede todo el tiempo... solo quiero que se sienta bien.”

      ‘SOMEWHERE’ es lenta y expansiva, y podría encajar fácilmente en el espacio del dream-pop, si no fuera por un atisbo de subversión que acecha entre cada acorde. “Elígeme, échame en tu cabello”, sugiere Ball en ‘DANDELION’, “Córtame en el tallo.” Sonidos deformados complementan sus súplicas, susurradas pero espaciosas, capturando el abrazo de Ball a una libertad recién descubierta. ‘THAT I MIGHT NOT SEE’ está llena de baterías mareantes y los lamentos suavizados de Ball. Dulce en un momento, caótica al siguiente, la canción ensambla el rango que la incursión de Just Mustard en un nuevo territorio sonoro les ha proporcionado. ‘OUT OF HEAVEN’ es un cierre precioso, con las voces de Ball acompañadas por una voz resonante que plantea la pregunta: “¿Esto es caer fuera del cielo?” Imitando una caída desde el firmamento, la canción reverbera hasta el silencio.

      Hay una urgencia en cada tema que completa ‘WE WERE JUST HERE’, como si quisieran aferrarse a una emoción fugaz antes de que se desvanezca. A medida que una historia fluye sin fisuras hacia otra, Just Mustard demuestran que, aunque cierta oscuridad siempre permanecerá en el corazón de su sonido, están persiguiendo algo más grande.

      7/10

      Palabras: Paulina Subia

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