Billie Marten – Orejas de perro

      El sexto álbum de la cantante y compositora de Yorkshire Billie Marten, ‘Dog Eared’, marca un giro respecto a su tendencia a componer dulces canciones folk, estableciéndola como una letrista madura y lúcida cuya poesía es tan emocionalmente fundamentada como inspiradora.

      Grabado el verano pasado en Sugar Mountain Studios, el estudio de Brooklyn frecuentado por artistas como Adrianne Lenker, Florist y Tomberlin, el álbum fue producido bajo la mano confiada — y la política de puertas abiertas — de Phil Weinrobe. Un círculo de amigos músicos da vida a las canciones de Marten, grabando en tomas en vivo sin audífonos, agrupados alrededor unos de otros. Los músicos destacados incluyen a Nuria Graham, Josh Crumbly, Shahzad Ismaily, Mike Haldeman, Sam Evian, Maia Friedman, Mauro Refosco, Vishal Nayak y Sam Amidon.

      En ‘Dog Eared’, las reflexiones de Marten sobre el amor, la infancia y la memoria llegan directo al corazón, pero de manera suave y amorosa. Con un vaivén soleado, el sonido es vivaz y ligero; la delicada pero fuerte voz de Marten flota sobre melodías de guitarra punteada, sintetizadores florecientes y teclados de lo-fi, y en ocasiones se suaviza con las vibraciones de un saxofón aterciopelado.

      El mundo natural siempre ha sido el léxico emocional de Marten, y ‘Dog Eared’ continúa la introspección observadora del cosmos de sus discos anteriores, con canciones como ‘Planets’ y ‘Goodnight Moon’. Estas viñetas pastorales aportan un toque ligero a temas emocionalmente pesados, procurando inspiración en cosas pequeñas y tiernas, como la suavidad de una oreja de conejo, así como en formas más ásperas y orgánicas — “Soy dentada como un diente de perro”.

      En ‘Feeling’, Marten viaja en el tiempo hasta ser “apenas lo suficientemente adulta para sostenerse”, recordando con ternura memorias de “esconderse en la parte superior de las escaleras” antes de quedarse dormida en los brazos de su padre. Escribe sobre un instinto sin complicaciones, casi infantil, de amar, o del tipo de afecto protector que se siente hacia una mascota (“El gato se sienta a la sombra, y no tengo miedo al amor”).

      En ‘No Sudden Changes’, una canción que más parece un sueño que un pensamiento, evoca la imagen de “un perro cuyo mentón descansa en tu alféizar de la ventana”. Le sigue ‘The Glass’, cuyo puente es tan reconfortante como una taza de té caliente — ‘Levántame hacia el vaso’, pide Marten soñadoramente, sumida en sus pensamientos.

      ‘Leap Year’ refleja una temporada de amor omitida (“Nuestro amor es como una rosa, florece y luego se va”). En el outro, las teclas en solitario susurran sobre un ritmo de batería pausado y oscilante que vibra como el pulso lento, cálido de un corazón que late, ligeramente roto. Por otro lado, ‘Clover’ trata sobre la mareante desorientación de un amor nuevo (“Soy rosa, soy verde, tan negro que soy azul, tan izquierda que soy derecha, completamente enamorada de ti”). Su ritmo recuerda al dúo indie Flyte — quizás una huella subconsciente del integrante de Flyte, Will Taylor, pareja de Marten.

      Para cuando llega ‘Swing’, el cierre áspero y rústico del álbum, Marten ha ganado confianza y presenta una energía juguetona, impulsando un ritmo de baile en taberna. “Estoy profundamente en la tripa de la ballena, sácame, sácame”, ordena sobre capas crujientes de violín folk y sonajas industriales discordantes.

      Construido con atención y lleno de una tranquila confianza en sí misma, ‘Dog Eared’ suena tanto fresco como cálido. Billie Marten brilla con una confianza tranquila, ofreciendo retratos claros de sus relaciones personales que resuenan con deseos universales de amar y ser amado.

      8/10

      Palabras: Julia Bottoms