Fiebre de bruja – Consumida por la fiebre

      Una intensa búsqueda de emoción...









       30 · 10 · 2025















      «Llevo esta corona / No la pedí», se lamenta la cantante Amy Walpole en la canción que da título a 'FEVEREATEN', el segundo álbum de Witch Fever. El debut de cuatro piezas de Mánchester de 2022, 'Congregation', estuvo dominado en gran medida por Walpole enfrentándose con su pasado traumático, al crecer en la Iglesia Carismática. Es un pasado del que todavía no puede escapar, aunque ahora aborda sus temas con una voz madura, equilibrada con un resentimiento que aún burbujea por debajo. En 'FEVEREATEN' canta, «Dios puso mi peso bajo su pulgar / Dijo que pronto quedaría deshecha / Asfixiada por mi valor». El núcleo doom-punk de Witch Fever eleva las historias de su cantante a relatos de destrucción, tanto melancólicos como amenazantes en tono. Después de todo, esa es una de las cosas más hermosas de la música heavy: la asunción de poder que surge de la purga de la ira, tejida en acordes potentes y gritos estruendosos.



      'FEVEREATEN' es ambicioso en alcance, canalizando hasta la última onza de desprecio en sus notas. Witch Fever funciona mejor cuando privilegian las melodías por encima de todo. La apertura del álbum, 'DEAD TO ME!', promete intensidad con su batería desbocada y el riff inicial trabajando en tándem. Los gritos de Walpole comunican veneno, con un peso inquietante. Cada instrumento crece en el coro, pero se pierden unos dentro del caos de otros. Esto se oye de forma similar en 'SEE YOU NEXT TUESDAY', una canción que tiene los ingredientes para causar estragos, pero sus palabras se ahogan en el oleaje de su sonido. Quizá se trate de canciones pensadas para el directo: cada tema que compone 'FEVEREATEN' prácticamente suplica ser amplificado entre la multitud, mientras se preparan para alcanzar su pleno potencial en disco.

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      'The Garden' logra un equilibrio más evocador. «Córtame las manos / Soy mi propio hermano de sangre», canta Walpole, con un leve temblor en la voz. Guiada por la batería de Annabelle Joyce, la canción remite al doom con matices stoner de The Sword, sus líneas de guitarra y bajo forman una neblina nublada que reverbera en la mente. 'REPRISE' es una canción afín y pesadillesca. Construida desde la angustia y el luto, contiene algunos de los momentos más pesados de Witch Fever como colectivo.



      Witch Fever alcanza la cima de su poder en la sección central de 'FEVEREATEN', encontrando un caos controlado dentro de sus melodías. 'DRANK THE SAP' te atrae con voces prolongadas y la línea de bajo reptante de Alex Thompson, antes de que esta se una con la guitarra de Alisha Yarwood en un choque abrasador en el coro, evocando un medley de hardcore. «Y el sauce me ofreció su rama», grita Walpole, «bebí la savia / y me ahogué en su dulzura». En contraste, 'SAFE' se sustenta en un riff menos agresivo, más darkwave. Cuando Walpole canta, «Estaba a salvo de los rosarios alrededor de mi cuello», su tristeza atraviesa el sonido y el violonchelo de Thompson cierra la canción en una nota dolorosa. 'BURN TO HIT' sale directamente de las profundidades del nu metal con su tono impulsado por el bajo, un peligro que se arrastra entre la música. La frase «Mi cuerpo no es mío» queda en el aire.

      Witch Fever es una banda con una promesa abrumadora. Incluso en los momentos menos cohesivos de 'FEVEREATEN', muestran su potencial para evolucionar hacia su sonido y aprovechar cada resto de emoción.

      7/10

      Texto: Paulina Subia

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