Crónica en directo: King Gizzard & The Lizard Wizard en el Royal Albert Hall

      La última vez que vi a King Gizzard & The Lizard Wizard fue entre una multitud enloquecida en un festival. Perdí la mitad de un diente delantero por un cabezazo. Así que, al entrar al concierto orquestal con butacas en el Royal Albert Hall, supuse que sería algo más comedido. La banda contaba con el director Chad Kelly y la Covent Garden Sinfonia como parte de su ‘Phantom Island Orchestral Tour’. Esta actuación en particular marcó la apertura de la quinta edición anual del Pitchfork Festival, que tiene lugar en locales de Londres entre el 4 y el 8 de noviembre.

      Debería haber sabido que no conviene asumir nada cuando se trata de los prolíficos psicodélicos australianos (¿acaso todavía podemos llamarlos una banda de psych-rock?). Siempre han resistido una fácil categorización, habiendo experimentado con discos conceptuales densos y afinaciones microtonales, y con todo, desde el metal y el folk hasta el jazz y la música dance. En 2025, su dualidad ha quedado completamente expuesta al girar tanto este espectáculo orquestal como, por separado, un set de rave.

      Anoche fue la primera vez que pisaron el histórico escenario del Royal Albert Hall. Y no pasó desapercibido para ellos: “Tenemos mucha suerte de poder hacer esto. Mwah”, dijo el magnético líder Stu Mackenzie durante la primera mitad del concierto, una interpretación completa de ‘Phantom Island’ de 2025, su 27.º álbum. Este disco, que entrelaza rock con arreglos orquestales, es más suave que su producción metalera, preparando lo que fue la mitad más relajada del show. ‘Spacesick’ y sus voces psicodélicas al estilo Beatles, seguida por ‘Aerodynamic’, cautivaron el auditorio. Fueron los puntos culminantes claros de la primera mitad, poniendo en plena exhibición los metales en crescendo y las gráciles cuerdas de la orquesta.

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      Después de que varios crowd surfers fueran guiados de vuelta a la zona de pie durante la pista final del álbum, ‘Grow Wings and Fly’, Mackenzie anunció que la banda haría un intermedio, pero nunca dejaron de tocar. El grupo se metió en un jam improvisado de 15 minutos: un grupo de amigos pasándoselo en grande sobre el escenario.

      Tras el “intermedio”, King Gizz y la orquesta detrás de ellos se lanzaron a los diez minutos completos del favorito de los fans, ‘The River’, seguidos por otra épica de diez minutos, ‘Crumbling Castle’, que abrieron los mosh pits e hicieron girar a la audiencia. Al menos dos docenas de personas bajo la cúpula del Hall fueron llevadas por encima de las cabezas de otros espectadores y entregadas a los guardias de seguridad (que estuvieron ocupados toda la noche). Luego, ‘Mars For The Rich’ y ‘Dragon’ dieron al grupo la oportunidad de flexionar aún más sus músculos metaleros ante una multitud animada y entregada.

      La única queja con el set fue la pantalla del proyector. Aunque ofrecía algunas animaciones interesantes y proyecciones del público, en su mayoría ocultaba el famoso y amenazante Gran Órgano del recinto. Esto pareció una oportunidad desperdiciada; el órgano en sí tiene un aspecto decididamente infernal —como algo que pertenecería a la portada de un disco de King Gizz— y habría sido un telón de fondo perfecto para ellos.

      La banda concluyó el evento con una enérgica interpretación de ‘Iron Lung’. La ocasión fue resumida, en su típica manera directa, por el propio hombre: “¡Gracias! A la mierda — así de simple, de verdad.”

      Palabras: Dan McCarthy