La victoria de Sam Fender con "Home" corona una noche de rejuvenecimiento del Mercury Prize.

      Las palabras «victoria en casa» y «Newcastle» no se han visto mucho este año, pero eso es exactamente lo que entregó el Mercury Prize anoche cuando un emocionado Sam Sender se llevó el triunfo en el abarrotado Utilita Arena. Su álbum People Watching ganó el galardón anual, en un año de reconstrucción y evolución para el premio.

      El Mercury del año pasado tuvo lugar en formato reducido —y sin patrocinio— con los históricos estudios Abbey Road como sede. El cortante álbum debut de English Teacher, This Might Be Texas, ganó aquella noche, pero las ondas causadas por la celebración de servicio reducido no parecieron igualar los tsunamis provocados por las ediciones de años anteriores.



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      Llevando el espectáculo de gira, el Mercury Prize se trasladó a Newcastle. Como alguien nacido y criado en las Highlands de Escocia —tan lejos del tirón gravitacional de Londres como es posible estar en este país— resulta reconfortante ver más luz sobre el noreste, y Newcastle ciertamente estuvo a la altura.

      Con organizaciones locales como Generator uniendo esfuerzos para organizar un evento paralelo del Mercury, realmente se sintió como un momento importante para la ciudad. Había una energía palpable en Newcastle, una ciudad que ya ha acogido eventos como los MOBO Awards, que le dio un brillo refrescante al premio. Igualmente, la decisión de celebrar el acto en el Utilita Arena permitió que se abrieran las puertas al público, añadiendo una energía distinta a la ocasión.

      Esa energía, al final, puede marcar la diferencia entre ganar y perder. La gran favorita previa al evento, CMAT, no pudo actuar por las secuelas de una cirugía dental de urgencia en sus muelas del juicio inferiores. Que apareciera con un par de dientes en una bolsita mona fue de poco consuelo: tras un verano radiante, CMAT podría haberse robado el espectáculo anoche.



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      Al final, fue Sam Fender quien se llevó el premio. Los cínicos estaban en pleno auge incluso antes de que se abrieran las puertas, opinando que todo era un montaje para permitir que una multitud local enardecida animara a su favorito. Sin embargo, hay varios argumentos persuasivos para que el cantautor fuera honrado así. Claro, puede que no necesite exposición adicional, pero aparte de Tay Tay ha vendido más discos en las listas del Reino Unido este año que cualquier otro artista. En un momento de su gira nacional —completamente agotada— tocó ante 250.000 personas en cuatro días, todo ello mientras producía la música más política de su carrera.

      People Watching habla de adicción, soledad y de las presiones que obligan a la clase trabajadora a arreglárselas como puede. Son historias que no suelen reflejarse en el mainstream, y que él sea capaz de transmitirlas con tanta gracia —bajo una presión tan implacable— es un testimonio de su arte.

      Al final, solo puede entregarse un premio. El triunfo de Sam Fender significa que la música irlandesa sigue, en general, poco reconocida: ¿podrían CMAT o Fontaines D.C. haber sido campeones dignos? Nunca lo sabremos, pero un hueco vacío en sus vitrinas de trofeos en plena eclosión no debería disminuir sus increíbles logros artísticos ni la ola continua de música fantástica que viene de ambos lados de la isla de Irlanda.

      A la mañana siguiente, hay la sensación de que el Mercury Prize dio un paso adelante anoche. Volver a conectar con el público se sintió rejuvenecedor, mientras que una elección algo más mainstream hace que deje de ser el reino protegido de los entendidos que tantos detractores describen. Tras el triunfo de English Teacher el año pasado, People Watching se convierte en el segundo ganador consecutivo no londinense, sin duda algo para celebrar.

      Sin embargo, también surgen una serie de preguntas. Dado el palmarés de BRIT Awards de Sam Fender, ¿cómo se diferencia el Mercury de otras ceremonias? Si Newcastle sirve como un núcleo potente, ¿se quedará aquí? ¿O, como los MOBO Awards, viajará de ciudad en ciudad? El Mercury Prize 2025 ofreció una noche de positividad y una evolución incómoda.

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      Texto: Robin Murray