Ensoñación: Entrevista a Amie Blu

      Amie Blu creció rodeada de música; estaba tejida en el tejido de su hogar infantil en Bromley, al sureste de Londres. El salón hacía las veces de estudio improvisado, mientras Amie y su hermano se movían entre la batería, la guitarra y el piano. «La práctica del piano era obligatoria», recuerda, riéndose al evocar cómo adelantaba las manecillas del reloj cada vez que su padre salía de la habitación. «Pero todo lo demás —cantar, escribir...— siempre ha sido algo natural.»

      A los seis años, Amie empezó a experimentar con melodías, y en su adolescencia comenzó a desarrollar sus propias canciones con seriedad. La colección de sus padres formó las primeras bandas sonoras: Biggie y Tupac, Eminem y Justin Timberlake, Alicia Keys sonando en los altavoces de su madre. Todo cambió a los 15, cuando una amiga le presentó ‘Vibin’ Out’ de FKJ. «Esa canción cambió por completo mi algoritmo», recuerda. «De repente empecé a recibir conciertos de COLORS, Daniel Caesar... fue como si por fin hubiera encontrado música que se sentía cercana a la mía.»

      Dos EPs, ‘5 for U’ y ‘crumbs in my bed’, la consagraron como una artista que no teme a la sinceridad, pero su álbum debut, ‘when all Is said and done’, se mueve con un peso distinto, llevando tanto la intimidad de su trabajo anterior como la disciplina de una artista que encuentra su centro. Escrito en el sur de Francia junto a amigos y colaboradores de larga data, transforma lo que ella llama «uno de los peores años de mi vida» en una tierna exploración de la tristeza, la resistencia y la esperanza eventual. «Escribir el álbum me permitió procesarlo... El hecho de tenerlo en forma de canción me hace sentir validada», explica.

      Amie es meticulosa con su interpretación, a menudo hablando con su profesora de canto sobre cómo el significado da forma a la actuación. «¿Qué intento transmitir? ¿Qué quiero que la gente sienta? Eso siempre estuvo en mi cabeza», dice. El resultado es una voz que documenta el duelo sin titubear y que nunca cae en la desesperación. Los oyentes han sentido esa honestidad profundamente: una fan tiene sus letras tatuadas, mientras que otras personas le escriben sobre cómo su música conecta con sus propias vidas. «Escribo cosas tan específicas sobre mí y mi vida», reflexiona, «así que es interesante ver cómo la gente lo relaciona con la suya. A veces me pregunto: ¿vivimos la misma vida?»

      Su universo visual, creado con el colaborador Alistair Mcveigh, extiende sus relatos hechos en casa hacia texturas oníricas. «La identidad visual es tan importante», insiste. «Es lo que diferencia a una cantante de una artista.» Esa misma precisión se refleja en su navegación por la industria en sí. Habiendo trabajado en A&R y en editorial, explica: «Me ayudó a aprender a leer entre líneas, hablar en mi propio nombre y ocuparme de los asuntos comerciales.»

      La pista final, ‘where there’s a will there’s a way’, es un homenaje a sus confiables coautores —todos llamados Will—, un gesto hacia la propia supervivencia y una despedida de lo que fue. «Suena como el final», dice. «Como doblar la ropa con cuidado en una maleta y marcharse.»

      05 · 12 · 2025

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      Texto: Gabriella Ofo

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