This Is Spinal Tap ofrece un testimonio duradero del genio de Rob Reiner.

      Se sumaba al léxico del rock con cada broma que pasaba...

      Puede que se le perdone haber olvidado, hasta la semana pasada, la autoría como director de Rob Reiner de algunas de las películas más queridas y definitorias de los años 80. No es que las propias películas se olviden fácilmente. Desde su debut This Is Spinal Tap en 1984, pasando por Stand By Me y The Princess Bride hasta When Harry Met Sally en 1989, Reiner consiguió una asombrosa racha de clásicos indelebles, todos ellos claramente delimitados en términos de género. Quizá por ese rasgo de saltar entre géneros, resultaba demasiado fácil olvidar que todas las había hecho la misma persona.

      Lo que estas películas tenían en común era la humanidad de sus personajes y la calidez de su narración. Además, eran divertidas, emotivas, entretenidas y de amplia accesibilidad. Y, por encima de todo, eran —y siguen siendo— profundamente reconfortantes de ver.

      —

      —

      This Is Spinal Tap es, hasta cierto punto, una excepción, porque pone en primer plano al propio Reiner como el desventurado director Marti De Bergi, un homenaje, entre otras cosas, a Scorsese en The Last Waltz (1978). Está ampliamente reconocida como la mejor comedia musical de todos los tiempos y la película que inventó todo un género de falso documental paródico que sigue siendo enormemente influyente, pero yo iría más lejos. No dudaría en llamar a This Is Spinal Tap la mejor película sobre música jamás hecha.

      Esto se debe a que Reiner, en colaboración con Christopher Guest, Michael McKean y Harry Shearer, fue capaz de crear algo que iba más allá de la mera parodia y llegar a la verdad sobre las relaciones humanas y las fragilidades implicadas en la creación musical, o, en general, en cualquier tipo de empeño creativo colaborativo. Esto se aprecia en el empeño que pusieron en crear la mitología de la banda, con el reparto tocando todos los instrumentos y actuando las canciones (que coescribieron con Reiner) de verdad. Está presente en la minuciosa atención al detalle dedicada a mostrar la trayectoria de la banda a través de la Invasión británica de los años 60, transformándose en unos has-been del hard rock a través de una psicodelia floja, todo ello bellamente recreado en los segmentes de archivo. Y está en la autenticidad de cómo se hizo: Reiner rodó en granulado 16 mm y los diálogos fueron improvisados, para retratar mejor el estilo discursivo, el aspecto y la sensación de los documentales musicales de la época.

      No hace falta haber experimentado la burbuja liminal que es una furgoneta de gira para apreciar la miseria y la estupidez, tan perfectamente logradas, que los personajes muestran una y otra vez, y para entender que el tipo de desarrollo detenido que eso significa es completamente fiel a la vida.

      Es un poco raro que les tocara a actores cómicos y a su director —no a “músicos reales”— presentar esta verdad al mundo, pero ahí está, y sigue sonando cierto hoy. Y sigue siendo realmente graciosa.

      —

      —

      Relacionado: Swan Song – Derek Smalls de Spinal Tap

      Texto: Neil Brogan

      —

      Únete a nosotros en WeAre8, mientras profundizamos en los sucesos culturales globales. Sigue a Clash Magazine AQUÍ mientras saltamos alegremente entre clubes, conciertos, entrevistas y sesiones de fotos. Obtén adelantos entre bastidores y una vista de nuestro mundo conforme se despliegan la diversión y los acontecimientos.